jueves, 1 de septiembre de 2011

Roce deshace el cariño.


Apenas mantiene el equilibrio mental, pero se acerca a mi.
-Quiero jugar a ser dios. Me dice subliminalmente.
'Ahora seré yo'. -No, no quiero que seas tú.
Pero insiste, y ya no me quedan más páginas que pasar.
Se ha acabado. Pero no lo entiende. Ni lo intenta.
Entonces, en la órbita más retorcida de su cabeza,
aún llena de pájaros -enjaulados-
rechinan las neuronas... y no sé cuántas más cosas tenga dentro
de ese hábitat digno de cualquier carpintero.
Tacto tacto tacto tacto. Roce. Hieres.
No tanto como podrías haber deseado en ese momento.
Y mírame con todo el odio que lleves dentro
porque será ese mismo tuyo el que transforme en mariposas
que tú querías dentro de su crisálida -para siempre-
Hasta que cumpla la caducidad de tus pupilas. Y más.