domingo, 12 de febrero de 2012

Volvió a estrangular la vida el cuello de lo inofensivo.
Volvió a posarse en el corazón siniestrado por tanta descordura.
Ateos, rezábamos pidiendo clemencia. Yo, mi ego y mi superyo.
Y cabalgábamos sin rumbo. 
Congeladas las lágrimas al contacto con la piel, huirán para no ser vistas
por ojos ajenos propensos al sufrimiento.
Culpabilidad. Así se resume este sinsentido abismal.
(In)Utópico.
La danza muda de palabras que tarda en ser entendida una eternidad 
y su olor a desdicha.
Que nunca será.
Que siempre quise haber sido.
Tan solo dejar atrás y comenzar de nuevo
una nueva vida sin dependencia a la muerte.