lunes, 17 de octubre de 2011

La princesa que mató al poeta.

[...]Entonces lo ahogué con todas mis fuerzas
en esa amargura que llevaba atada al cuello cual soga
hasta que casi no pudo respirar
hasta ver como agonizaba dulcemente.
-¿Dulcemente dice?. ¿Acaso alguien puede morir dulcemente ante tal hazaña?
Sí, él lo hizo. Pareciese que me lo pedía a gritos con los ojos casi fuera de órbitas.
¿Le pasa algo? Le noto un tanto consternada...
-No... sólo es que me sorprende la frialdad y tranquilidad
 con la que desliza sus palabras ante tal atropello...
Oh, no pasa nada. Ya se disculpó por obligarme a hacerlo.
...
¿Quiere saber cuáles fueron sus últimas palabras?
[Silencio]
'A mi paso cien de sus sensaciones favoritas perderán la descordura
cien de sus quinientas veinte personalidades atrofiadas encontrarán la resurreción
y volverán de nuevo a casa, dónde nunca hubo un nido de pétalos de ternura
ni se le dió de alimentar a las tripas, pensando siempre en el corazón'
- Lo recuerda fielmente...
Cómo no hacerlo si él mismo me lo grabó en la piel a punta de navaja para siempre
llevarlo presente.
- Pero, explíqueme, ¿por qué?. ¿ Por qué lo hizo?
Porque me quería.
- ¡¿Eso es, acaso, motivo alguno?!
...
-Perdone que pierda las formas, pero mi incredulidad ante semejante atrocidad crece por
momentos.Nunca me lo hubiese imaginado de usted.
No encontré mejor motivo para hacerlo.

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