martes, 25 de agosto de 2020

Del peldaño a la traviesa,

el látigo, el castigo,

la pregunta sin respuesta.

La cuesta que asciende a balazos,

los ojos de ácido, 

hacen rechinar el abismo.

La tez quedando mustia,

el temblor de entre los dedos,

me quedo mirando el aguacero, 

esquivando manos tendidas.

Me rindo y me refuerzo,

me caigo, duermo y me desvelo;

Las horas me señalan al segundo ,

y cuanto más me quiero, más me desquiero.

De abrazos mal queridos,

trozos de cielo pisado,

no me quedan más de siete sentidos,

porque el octavo te lo has llevado.

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