Llueve.
El pelo empapado, resbala un mar por su chaqueta,
camina sin prisa, pausado, acentuando gradualmente su rareza.
Le miro a lo lejos, imaginando que cada día está más cerca.
Despierto y veo el vacío de su corazón aún hecho trizas
Comprendo que huya, y lo disimula entre risas.
Y soy espectadora y testigo de su dolor pasajero
pero le cambio una mirada por el resto de mis versos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario